EsParaTraposdePapel

Historias basadas en hechos reales... e irreales.
Cualquier parecido con la realidad, es fruto de la ficción, de la fricción o de la mente mental.
Aquí , a veces, se rompe la netiqueta sobre la ironía, este blog no derrocha ironía... supura ironía.
El resto de reglas de netiqueta, valen.....de momento.
Y si no te gusta, no te nervies, que es para trapos de papel.

21 de septiembre de 2012

Un homenaje para Poldo, con dos "ojones"!

  Érase que se era, hace muchos, muchos años,unos veinte o treinta, en un bucólico pueblecito, cerca de la perla de la Rioja: San Millán de la Cogolla, cuna del castellano.
Pues ahí al ladito, hay otro precioso rinconcillo, llamado Berceo (hogar de Gonzalo, sí, pero hace ya tiempo)...
  En Berceo, dejaba pasar los días, el amigo Leopoldo, Poldo para los amigos, que se dedicaba a hidratar las gargantas de los vecinos del lugar. Poldo era el señor que está detrás de la barra del bar. No le llamo camarero, porque no lo era, en estos sitios recónditos, el "señor de detrás de la barra" tiene la misma importancia que "el señor de detrás del altar": el cura, o "el señor de la botica", o "el de la caja", o "el secretario del ayuntamiento" (el alcalde es que solía estar afanándose en el campo, y dejaba los asuntos del ayuntamiento para el secretario, que era más leído y resoluto, que termina en "uto"). Constituyen, junto con el médico y el practicante, las "fuerzas vivas del pueblo", son venerados, respetados y muy queridos.
 Poldo daba de beber, daba de comer (cuando su señora se liaba a hacer rosquillas, o torrijas, o flanes), tenía una parcela de tienda, donde vendía leche, harina, sal, chucherías, todo ello sin fecha de caducidad, por supuesto, pero que salvaba la vida a las amas de casa, porque en Berceo no se estilaban los ultramarinos, ni las tiendas de comestibles, ni nada parecido.
  Y también Poldo, daba de leer. Poldo era el kiosko de Berceo. Le traían los periódicos, cada mañana, y el buen hombre, les calzaba esos grandes listones de madera, para que no se desmadejasen después con las manos poco avezadas. Poldo estaba suscrito al diario local "la Rioja", al "Mundo" y al "Marca", y todo eso, era para todo el pueblo (en invierno cuatro, porque el de la guitarra se acercaba por allá en verano y era tildado de rojo).
  Este buen hombre, veía regular de cerca, normal, a sus setenta abriles, así que usaba unas gafas para leer, que se había mercado en una óptica de Logroño. Por aquél entonces, las gafas no se compraban en las farmacias, en las farmacias se compraban fármacos, que para eso tienen ese nombre.
  Las gafas solían andar rodando por la barra, al lado de la cafetera, en alguna mesa,...en fin, lo que pasa siempre con las gafas de leer, igual que con los mandos de la tele....
  Como los convecinos, eran de la misma edad, todos eran "présbices", y a todos les gustaba darle una vuelta al periódico, así que con el préstamo del diario, venía implícito el préstamo de las gafas.
  En Berceo el Señor "Aflelú" no hubiera sobrevivido con su "chin chin", lo hubieran tildado de hortera, de raro y de exagerado, ¿para qué va a tener uno dos gafas, si todo el pueblo disponía de una?
 Así que era muy habitual la estampa siguiente: Mariano entra en la tasca, -Buenos días!, se sienta en un taburete frente a la barra, -Ponme un carajillo, Poldo, anda!, coge "la Rioja",- ¿dónde has echado las gafas?.... -Las tiene la María, que tiene que cojerle los bajos al marido. (entienda el lector, que los bajos son los bajos de los pantalones, so cochinos!!, los bajos se cojen, para después coserlos, hoy en día a eso le llamamos "presentar" la pieza) Aquí ya Mariano suelta un juramento, tipo "mecagüendioro baco", o "jodo petaca", y espeta la típica negativa riojana "por los cojones", que introducida en su contexto sería: "¡pues por los cojones voy a leer yo bién!", trago del tirón al carajillo, media vuelta refunfuñando y a la hera a trabajar.
 Creo que se entiende la importancia suprema de las gafas de Poldo , no solo para la educación de los aldeanos, sino también para su look, el devenir de sus cosechas etc.
Ya, de los anteojos de este buen hombre (cuyo nombre me he inventado, que conste), nacieron los suplementos como concepto, y si se fijan en la época actual, no hay revista o periódico que quiera sobrevivir, que no "suplemente" algo, cualquier cosita, desde unas palas de playa, un collar rosa chillón, un pareo imponible, unas gafas de sol que hacen daño en las orejas, y hasta un tablet.
Y todo gracias a Berceo, a esos ojos negros de Poldo y su generosidad sin parangón, porque Poldo también, queridos míos, fué el precursor del "compartir" tan básico hoy en día en el devenir virtual, el dospuntocerismo y la e-cultura.