EsParaTraposdePapel

Historias basadas en hechos reales... e irreales.
Cualquier parecido con la realidad, es fruto de la ficción, de la fricción o de la mente mental.
Aquí , a veces, se rompe la netiqueta sobre la ironía, este blog no derrocha ironía... supura ironía.
El resto de reglas de netiqueta, valen.....de momento.
Y si no te gusta, no te nervies, que es para trapos de papel.

22 de agosto de 2013

La Fundación

Foto realizada por mi amigo Paco Pérez Abad (@pacoperez), al que tengo que agradecer su generosidad al prestármela, de su álbum "Logroño en HDR".

  Hay un claro en medio del parque tachonado de árboles centenarios.
  Al pequeño trasgo, los árboles le medio aburren ya; sólo le sirven para saltar de uno a otro cruzando el parque más alto y más rápido que los humanos y animales, para guardar alguna de sus pertenencias, como calcetines de pié derecho, peines, anillos y arandelas de latas de fanta, y poco más.
  Ahora, desde hace unos años, sólo le interesa ese claro. Tiene que ser extremadamente cuidadoso, porque suele estar abarrotado de humanos: primero ha de sortear a los más pequeños, que no paran de moverse de un lado a otro, de saltar y gritar como locos. Al trasgo no le importa demasiado que le vean estos humanos, porque se alimenta de sus risotadas, y saben riquísimas. Cuando los humanitos descubren al trasgo, les salen unas carcajadas que le dejan saciado para un buen rato, así que en alguna ocasión, hasta ha enseñado su melena arremolinada llena de locuras, o sus enormes y desproporcionados pies a estos pequeños humanos que juegan por los columpios del claro.
  Cuando tiene la barriga bien templada con las risas de los niños, al trasgo se le empiezan a cerrar los ojos verdosos, como el musgo que crece junto al estanque de los patos; casi no puede sostener levantados sus párpados brillantes. Es entonces cuando salta al enorme abeto, y de ahí planea, quién sabe cómo, hasta el tejadillo que hay en la estancia cálida y acristalada del claro.
  Ahí se tumba, dejándose mecer por el tintineo de las tazas, las cucharillas y del ruido grave que producen las conversaciones de los humanos grandes.
  Alguna vez que ha entrado en ese habitáculo, porque necesitaba algún anillo nuevo para su colección, o porque había alguna risa demasiado apetitosa, enseguida ha notado un calor que lo dejaba arrebatado, y dormidito debajo de esas sillas tan elegantes, o entre las patas de la mesa donde descansaban los humanos, tomando una especie de caldo rojo,llamado ¿criancita?, depositado en unas enormes copas de cristal, donde bién podía caber él.
Al pequeño trasgo le encanta la calidez que emana ese lugar, una vez consiguió traducir a un humano enorme, que decía que era una de las mejores "cafeterínosequé" de la ciudad, que su dueño era un gran profesio..., y que cuidaba cada detalle. Esto le dió mucha envidia al trasgo, porque si fuera como el dueño, no se metería en los berenjenales en los que se mete.
El humano dijo que se llamaba "La Fundación", del parque del Carmen, de Logroño: todo esto le sonó al trasgo muy extraño y apenas entendió nada. Él sólo sabía que era un lugar donde alimentarse de alegría y descansar apaciblemente... y de vez en cuando llevarse algún recuerdo.

9 de agosto de 2013

Mi muy querido cirujano:

Mi muy querido cirujano (o cirujana):
Llevo ya un tiempo pensando en ti, no se cómo decirte esto, porque cada vez que pienso en contártelo, me empiezo a sofocar toda yo, me temblequean las piernas, me sube una ligera presión desde las tripas hasta el cuello y me comienzan a sudar las manos. Bueno, si servidora fuera más romántica, diría que le lloran los poros de la piel, pero servidora no es así, servidora suda (y quien diga que no suda, miente, lector/a mío/a).
Pensaba no contarte nada, mi muy querido cirujano (o cirujana), pero es que ya no puedo más, he llegado al límite, lo voy a decir. Espero que estés sentado, o sentada y que dejes lo que tengas entre manos para prestarme atención (porque entiendo que no estás interviniendo todo el santo día, y que en este momento, no tienes un dispositivo encima de la mesa de operaciones, o colgando de algún  sitio, o en la mesa del material).
Imágen extraída de los amigos de Fotos de Salud ,hecha por Mercedes Fraile (@vitrubia)

"No soy perfecta".
Ala, ya está, ya lo he dicho. ¡Oye qué alivio! Se me han destensado todos los músculos del cuerpo a la vez (estimada/o fisioterapeuta y adorada/o psicóloga/o: "la relajación es posible"!)
No soy perfecta, querido cirujano, tengo dos ojos normales sobre la nariz y diez dedos en las manos. Soy humana, no se si lo sabes. Mi vista no es de águila, ni mis dedos son tentáculos: no llego.
Y además otra cosa te tengo que decir: tú no se, pero yo envejezco. No controlo el continuo espacio tiempo, como Hiro Nakamura. Bueno, hago una salvedad, el espacio sí, soy capaz de cubrir el espacio de tres enfermeras (bien lo saben mis jefes), pero el tiempo se me resiste, y se me echa encima inexorable.
Y es por esto que te escribo, querida mía, o querido mío. Me atrevo a apelarte así de cariñosamente, porque hemos trabajado codo con codo en infinidad de ocasiones. Has intervenido a nuestros pacientes, antes o después de mis curas, hemos intercambiado correspondencia. He leído cada uno de tus papeles, de tus instrucciones y yo he contestado a cada una de tus letras, dando explicaciones sobre cada úlcera, cada lesión, cada detalle que creo que deberías saber. Por esto me tomo esa confianza (por cierto, dale de mi parte un abrazo a mi adorada/o anestesista, ese especialista que provoca deliciosos sueños y deja una felicidad posterior increíble, es un bolillón, sí, pero por un instante lo ves todo rosa, rosísima).
Me centro sí, me centro, querido o querida: Como no soy perfecta, sí humana, envejezco y no tengo vergüenza, tengo un par de problemillas que tú me puedes solucionar, sé que lo vas a hacer:
¿Podrías, por favor, dejar los puntos algo más sueltecitos? No te digo  que le dejes unas asas de bolso en cada herida, pero ¿es necesario enterrar el punto hasta el tejido subcutaneo? ¿qué gana el paciente si, al anudar, aplicas toda tu fuerza sobrehumana que muestra una perfecta forma física, hasta el infinito y más allá? Cuando la piel se amorata, ya no tiene riego, cuando la piel se amorcilla, el riesgo de que quede un "burruño" aumenta. Se trata de unir la piel, con amor, de crear puentes entre los extremos dérmicos, no de estampar ambos lados, ni de empotrar uno en otro.
Es que a los dos días, va a venir el señor a mi consulta y me pregunta ¿cúantos puntos tengo? Y tengo que contarlos, y a veces ni se ven de lo metidos que están. Y  dicen ¿cómo ves la cicatriz? Y alguna vez, no se si es una cicatriz, o un par de labios nuevos con lacitos.
Me esfuerzo, querido cirujano: Cuando colocas un prolene (ese hilo azul, más delgado que el bigote de un langostino), me dejo las pupilas y los dedos para quitarlo: te has esforzado en coserlo para que quede una bonita cicatriz y yo me esfuerzo para no arrasar con tu trabajo. Desactivo mi "modo Atila", respiro hondo, me afilo el enfoque, caliento las yemas de los dedos, las pinzas que tengo y el bisturí y procuro no liarla parda. Formamos un tándem tú y yo, darling!!
¿Podrías no tensar tanto las suturas, por favor? Con que pueda ver medio milímetro debajo del nudo me vale. Y que pueda verlo sin tirar del cabo y que el paciente sienta que le estoy arrancando un miembro, que nos conocemos.
Muchas gracias querido o querida mío o mía, sabía que nos entenderíamos.
Recibe un cordial saludo, bueno, ¡qué demonios! trae pa'cá una par de sonoros besos "abuela style" y un abrazo estrujante:

Tu enfermera comunitaria

P.D.: Si ves por ahí a algún traumatólogo, dile que tengo que mandarle algún recado sobre el inexplicable amontonamiento de grapas ahí a cascoporro en la curva más tenebrosa,que hace imposible su cosecha, pero que eso será otro día, por no mezclar...